El poblado de Chíquiza fue fundado el 17 de julio de 1556, pero sólo hasta 1982 fue reconocido como municipio, luego de ser durante varios años un corregimiento de Tunja. Su nombre, en lengua indígena, significa Campo Pelado; y cuenta la leyenda, que en la laguna de Iguaque, ubicada en la parte más alta del territorio, en inmediaciones de la cordillera Oriental, emergió Bachué (diosa Chibcha) con un niño de brazos, al que tomó como esposo para luego poblar el mundo. Este mítico relato, junto con los parajes que rodean la laguna, en donde los frailejones exhiben todo su colorido, hacen de este antiguo caserío indígena un escenario de tradición y belleza inigualable.
La gente de Chíquiza es sencilla y trabajadora. Sus pobladores siempre están ondeando una sonrisa para recibir a sus visitantes. Labran la tierra y elaboran típicas artesanías como cobijas, ruanas y otros artículos que tejen gracias a la lana virgen que extraen de las ovejas. Los amantes de la naturaleza encuentran en este territorio un santuario de flora y fauna repleto de exóticos y quebrados parajes que bordean la laguna de Iguaque. Allí, las montañas son atravesadas por angostos caminos de herradura que otrora sirvieron como vías de comunicación de los antepasados.
El casco urbano del municipio, uno de los más pequeños y mejor conservados de la provincia, está conformado por edificaciones de diferentes periodos históricos, entre las que se destacan la capilla doctrinera de San Isidro, patrimonio histórico de la humanidad. La poca altura de esta y otras construcciones coloniales, sumada a la topografía del terreno, permiten la visual de uno de los santuarios de flora y fauna más atractivos de la región. La zona rural cuenta con numerosos lugares para la práctica del eco turismo, como el sendero El Carrizal, La Cueva del Indio, el Pozo de la Vieja, Morro Negro y la Hacienda Versalles, un apacible punto de encuentro para el descanso y la contemplación del paisaje. También se puede apreciar, en la vereda El Cerro, una tradición ancestral conocida como Los Matachos, un espacio donde los campesinos embellecen sus moradas con utensilios de cocina, los mismos con los que preparan arepas de maíz, envueltos de guiche y el tradicional cocido boyacense.