Lo que más les llamó la atención a los primeros españoles que pisaron las tierras de Labranzagrande, fueron las grandes siembras, particularmente de maíz, hechas por los indígenas asentados en esta región. El territorio fue habitado por los indígenas Achagua, Tunebo, Jirara y Guavio, y su fundación se dio en el año de 1598. Años más tarde, este territorio sería el epicentro del comercio de ganado vacuno entre los llanos orientales y el interior del país, así como de los procesos de migración que se vivieron hacia las ciudades de Tunja y Bogotá, a causa de la violencia desatada tras la guerra de los Mil Días. Posteriormente, en 1938, ocurrió el deslizamiento del cerro Pan de Azúcar, ubicado al norte del poblado, lo que ocasionó el desplazamiento de muchos habitantes hacia Yopal y Sogamoso.
Se puede decir, sin temor a equivocarse, que los pobladores de este tranquilo y bello municipio enclavado en la cordillera Oriental, a una altura de 1.100 msnm, han preservado con creces la herencia agrícola de sus ancestros. Ahora, por supuesto, no sólo cultivan maíz, sino que su desarrollo agrícola se basa también en la labranza de productos como arveja, caña panelera, plátano, café, lulo y cítricos, entre otros. También llevan a cabo actividades económicas relacionadas con la ganadería, la silvicultura, la pesca y la minería, en especial la explotación de roca fosfórica.
Labranzagrande cuenta con varios atractivos turísticos como el alto El Volador, donde se puede apreciar toda la majestuosidad de la cordillera Oriental; el páramo y el lago de Ogontá, ecosistema arropado de fauna y flora silvestres; el Monumento a la Virgen del Carmen, lugar de culto religioso de transportistas y viajeros; Hacienda el Salitre, casa finca que anteriormente fue posada ganadera; el cementerio indígena en la vereda Guayabal; y los ríos Cravo Sur (según los pobladores, quien se baña en sus aguas, se casa), Labranzagrande y Cusiana, que llevan sus aguas al río Meta.
Desde que el visitante llega a Labranzagrande, puede darse cuenta de cómo dos culturas, la boyacense y la llanera, siguen estando presentes en el diario vivir y en las costumbres de sus pobladores. No es raro, entonces, poder degustar a la vez, las deliciosas hayacas (tamales de maíz) y un apetitoso corte de carne a la llanera.