La de Boyacá no es una historia común y corriente.
Con toda franqueza, confieso que la intención es persuadirles, invitarles a preparar equipaje, y animarles a escoger uno o varios, entre la amplia gama de destinos que ofrece el territorio que cambió la historia para siempre.
Sí, Boyacá es Para Vivirla. Cada fotografía que observarán a continuación, nos dirá por qué. Respirar hondo y profundo, y sentir la potente energía de montañas que integran 688.000 héctareas de páramo; de ríos que nutren la tierra y robustecen la producción de alimentos; de lagos y lagunas que reflejan la grandeza en hacer pausas solo para continuar con más fuerza; de bosques pacientes que indican que lo mejor está por venir. Y aquel es solo el comienzo. Al visitar cualquiera de los 123 municipios boyacenses, una sonrisa basta para desear volver una y otra vez. Son los colores de las flores, los sabores de exquisitos platos, el calor de las mantas, el canto de las aves, el aroma de la vegetación fresca después de la lluvia, la luz del sol de los andes que brilla en los ojos, los caminos de piedra, las casas de barro, algunos de los incontables encantos por descubrir. Este libro es el primer paso.
Boyacá es el plan perfecto. Es tranquilidad, seguridad y paz. Es amabilidad para que sus visitantes sientan que están en casa. Es vitalidad desde que sale el sol y hasta su puesta. Es aventura y es acción, porque aquí están, por ejemplo: con una superficie cercana a los 55 km², el Lago de Tota, el más grande de Colombia, y el segundo espejo de agua navegable a mayor altitud (3.015 msnm) de América Latina; la caída de 300 metros del río Cusiana en Salto Candelas, una de las cascadas más imponentes del continente; y la Sierra Nevada de El Cocuy, Güicán de la Sierra, Chita y Cubará, en donde está, entre 30 majestuosos picos nevados, el más alto de la cordillera Oriental de los Andes, Ritacuba Blanco, con 5.330 msnm. Además, la Sierra representa el 36% del área glaciar nacional y la principal masa continua de nieve de Sudamérica.
El Territorio en donde hace 200 años nació la República y con esta, una vida en democracia, de libertades civiles, es un café de montaña endulzado con panela, que sabe a historias legadas mediante la tradición oral, al calor de fogones de leña y carbón; es una ración de queso paipa y otra de bocadillo de guayaba, que hablan de tradiciones como el ordeño matutino y de la variedad de árboles frutales silvestres que aquí crecen.
Si nos referimos a Boyacá, es necesario mencionar su invaluable riqueza natural. Boyacá es biodiversidad y es sinónimo de un futuro posible. Comunidades, academia, sector privado y gobierno, nos hemos ocupado de generar condiciones de bienestar para las generaciones que vendrán; por eso los ecosistemas de páramo se convirtieron en una prioridad.
Hoy en el departamento, es claro que, sin agua, ni la vida ni ningún tipo de desarrollo existirían; lo saben los pueblos indígenas, defensores de la naturaleza y el derecho a permanecer en el territorio, y lo saben las familias campesinas, quienes han ejercido durante siglos, la labor más digna del mundo: labrar la tierra.
La siembra de alimentos constituye el fundamento de nuestra cultura. El uso racional de los servicios que dispone la naturaleza, representa una prioridad. Por eso, comunidades de campos y ciudades, saberes locales y academia, sector privado e institucionalidad, decidimos trabajar en equipo por amor a Boyacá, y los derechos de nuestra gente.
Les damos la bienvenida, al territorio que conmemora sus dos siglos de dignidad, con acciones por su futuro.
Carlos Andrés Amaya Rodríguez
Gobernador 2016-2019
“Presentación libro BOYACÁ Bicentenario – Aquí nació la República”